Me pasé así varias horas, mirando por la ventana. Veía un parque en el que los árboles, altos y esbeltos no paraban de moverse y por el que paseaba gente, bueno, parejas abrazadas para taparse del frío, que aunque muchos dicen que aquí no hace frío,esa noche fría, fría de llevar un plumas y unos guantes negros de lana como complemento.
Pegada a la ventana estuve más de dos horas mirando todo lo que alcanzaban mis ojos. Afortunadamente la altura eracmo un séptimo piso lo que permitía ver más luces al fondo del paisaje.
Esa noche cené poco. Un sándwich relleno de mil cosas entre las que había tomate, un ingrediente que me da un poco de repelús y que me quitó parte del apetito nada más verlo y de postre una tarta de mora que me engaño. La nata no era nata de verdad, era merengue. ‘Malcené’ como dice mi madre y entonces volví a la ventana.
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